21 ene 2008

Genocidio de 1932, está presente en la memoria de los tatas izalqueños

Tomado de Diario Co Latino
Sábado, 19 de Enero de 2008


Fancisca Turish, de 90 años de edad, sobreviviente de
la masacre indígena de 1932. Foto: Daniel Trujillo

Iván Escobar
Gloria Silvia Orellana
Redacción Diario Co Latino

Los abuelos o tatas, como se les llama de forma respetuosa a los adultos que trascienden los 80 años de edad, por parte de las nuevas generaciones, guardan en su memoria celosamente uno de los hechos más oscuros del pueblo izalqueño: el genocidio de enero de 1932.

A 76 años, las secuelas del genocidio del pueblo indígena, ejecutado por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, persisten en el pueblo de Izalco: la sensación de desconfianza, temor y retardamiento de justicia.

Carlos Helas, de 86 años de edad, nacido en 1922, narró la zozobra en que vivieron por más de tres meses de represión, por parte de las fuerzas gubernamentales que irrumpieron en esa zona del país, por órdenes del General Maximiliano Hernández Martínez.

Helas, que en esa época contaba con 10 años de edad, explicó que la pobreza extrema marcaba la diferencia hasta en la distribución misma del pueblo, donde los ricos, que eran minoría, vivían en la zona céntrica del asentamiento y la gran mayoría en sus alrededores, en condiciones deplorables.


Carlos HElas, de 86 años otro de los ancianos que
sobrevivió a la masacre. Foto: Daniel Trjuillo


“En aquel tiempo nosotros no valíamos nada, vivíamos en casas de paja y vivíamos de la tierra… yo fui afortunado, porque estudié hasta el cuarto grado, luego apoyé a mi padre en los trabajos del campo, junto a mi hermano”, relató este sobreviviente de la masacre indígena.

Las escenas de terror por la persecución y asesinatos en masa, marcaron la vida de este hombre, siendo niño, al igual que muchas de las personas de su generación en Izalco, departamento de Sonsonate.

El silencio en cada uno de los sobrevivientes del 32´, cuesta romperlo, incluso hablar del tema abiertamente no es tan fácil en esta tierra conocida como “Lugar de casas de obsidiana”.

“Mi tío tenía solamente 14 años, cuando mi padre decidió huir con nosotros, recuerdo que él se negó a irse y se escondió en la copa de un árbol de Mamey, pero el pobrecito fue descubierto por “la comisión” (grupo de soldados) que lo bajaron y luego lo mataron”, relata el sobreviviente.

Carlos Helas, de 86 años de edad, sobreviviente de la masacre indígena de 1932. Foto: Daniel Trujillo
Carlos Helas, de 86 años de edad, sobreviviente de la masacre indígena de 1932. Foto: Daniel Trujillo


El 22 de enero de 1932, ha marcado un hito en la historia nacional, la Organización de Naciones Unidades (ONU), lo ha calificado como el genocidio más numeroso en América Latina.

La incertidumbre, tras los primeros asesinatos colectivos de ese 22 de enero, aumentó con la participación de las autoridades municipales que apoyaron al gobierno central.

“Recuerdo un bando (anuncio público municipal) llamando a la gente a regresar, diciendo que la guerra había terminado y había paz… muchos regresaron de uno de los cerros, con una bandera blanca venían entrando, ahí murieron tres primos hermanos de mi mamá, a manos de la caballería, los blanquearon ellos con armas y la gente sin nada, después fueron quemados”, rememoró el anciano.

El padre Salvador Castillo Solórzano, fue un defensor del pueblo indígena, interviniendo para que no fueran quemados los ranchos de la comunidad, que era uno de los planes gubernamentales, recuerda el anciano.

Helas, después de cuatro décadas del genocidio, trabajó como sacristán de la iglesia de La Asunción, y fue ahí donde el padre Ricardo Cea, párroco en ese entonces, ordena la construcción de un muro en los alrededores del templo, y al levantar los cimientos dejó al descubierto cientos de osamentas de las víctimas del 32´.

“Eran huesales bastantes, los que encontramos… dicen que eran de los que asesinaron en ese tiempo, en las grandes fosas que abrían en el día y que por las noches los mataban; eran enterrados en el campo santo (conocido hoy como el Llanito de la Iglesia Asunción)”.

Doña Francisca Turish, conocida como Francisca Ramírez, con 90 años de edad, guarda celosamente datos importantes de la época, pero aun se autocensura a compartirlos como mecanismo de protección.

“Me agarraba de la nagua de mi nana y temblaba, tenía mucho miedo… pero no me acuerdo de nada más”, dice, mientras su rostro confirma que sabe mucho más.

Entre frases comparte que durante el genocidio, ella y su madre, al igual muchos pobladores no tenían nada que comer, “sólo comíamos guineo majoncho… pero no me acuerdo más”, vuelve a repetir.

Al consultarle sobre los asesinatos en masa que se habrían cometido en distintos puntos del pueblo, confirmó que grandes fosas fueron cavadas para depositar los cuerpos de las víctimas, consideradas en esa época como rebeldes comunistas, que intentaban tomar el poder con violencia.

Tanto la nana Francisca como el tata Carlos, concuerdan que la población fue diezmada, y que los muertos eran hombres y niños, desde los 12 años en adelante.

Ceremonia indígena al agua
En el inicio de la conmemoración del 76 aniversario de la masacre de 1932, la comunidad indígena de Izalco, realizaron al finalizar la tarde de este viernes, una ceremonia al agua.

La actividad tuvo lugar, en el centro recreativo Atecozol, en el nacimiento de agua, donde se recordó la ceremonia la memoria de los “abuelos” y los retos de las nuevas generaciones, para enfrentar los problemas actuales.

La ceremonia la dirigió Julia Ama de Chile, de la Fundación AMA, y descendiente de José Feliciano Ama, el líder histórico del levantamiento indígena del 32´, defensor de los derechos indígenas en el país, y ejecutado por la dictadura de Martínez.

“Como equipo estamos acá, porque nos ayuden a que la fuerza, energía dé mayor empuje esta noche y la divinidad trascienda para que podamos no eliminar, pero si contrarrestar efectos negativos”, dijo.

De acuerdo organizadores, el objetivo de la ceremonia, “a parte de hacer un homenaje a las víctimas del 32”, es también recordar el valor y significado que tenía el agua para nuestros antepasados que se ha perdido en la actualidad”, explicó Wil Pinto, miembro de los sectores que integran el Movimiento de Unidad Social Izalqueño (MUSI).

Con esta actividad, el pueblo izalqueño, arranca los actos conmemorativos del 76 aniversario de la masacre y que este día, se desarrollará la actividad central, en donde se analizarán las causas y efectos de los acontecimientos de 1932.

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