16 jul 2008

La gran cruzada forzada

Por: Iván Escobar

A simple vista las concentraciones del pasado domingo 13 de julio querían demostrar ante la oposición política, particularmente el Frente Frabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que la oficialista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) esta más más unida que nunca. No obstante, la realidad fue otra, dentro de ARENA se persibió una actividad forzada y hasta arreglada.

Rodrigo Ávila, candidato presidencial por ARENA dejó en claro dos cosas: la actividad era para medir fuerzas con sus adversarios políticos y llamar al partido a la unidad.

Desde tempranas horas del domingo buses provenientes del interior del país en su mayoria con un buen número de personas, en su mayoría menores de edad y adultos mayores de origen campesino llegaron hasta las zonas que habían sido asignadas para organizar las cuatro marchas previas a la "gran cruzada nacionalista".

Todos intentaban llegar a las instalaciones del Estadio Cuscatlán, y asi ser parte de uno de los acontecimientos "más importantes" de partido de derecha. Diputados, dirigentes, funcionarios, alcaldes, militantes, empleados públicos, simpatizantes entre otros formaban parte de las columnas que salieron pasadas las nueve de la mañana de los cuatro puntos designados.

La actividad llega en medio de una ola de problemas internos en el partido oficial y la baja popularidad que mantiene Ávila de cara a los comicios presidenciales de 2009, donde la izquierda salvadoreña mantiene su liderazgo en preferencias electorales con el candidato presidencial y periodista Mauricio Funes.

Cabe destacar que la actividad, similar a la que el partido de izquierda desarrolló meses atrás, fue diferente a la de este domingo. Rostros de cansancio, impaciencia, más de dos horas para lograr antrar al coloso de Monserrat, una tarima solitaria, un discurso de un poco más de 30 minutos, entre otros fueron los elementos que se mantuvieron en el estadio.

Días antes a la actividad se conocieron denuncias de las presiones que fueron objeto varios empleados del sector público, que practicamente fueron obligados a asistir al evento, algo que la dirigencia del partido y organizadores negaron abiertamente. Aunque el propio día se pudieron confirmar varios casos.

Pero no sólo los empleados del sector público fueron obligados a asistir. Muchas de las personas provenientes de comunidades remotas del país se quejaron de que asistieron a la actividad porque les ofrecieron ayuda, refrigerio y transporte. Otros asistieron por curiosidad y aprovechar para conocer de cerca al candidato presidencial de ARENA, advirtieron.

El estadio tardó cerca de dos hora para lograr abarrotarse, desde las mueve de la mañana. Sin embargo a las doce del mediodía, justo 15 minutos después de iniciado el discurso del candidato presidencial, muchos de los asistentes agobiados por el sol, comenzaron a salir lentamente, dejando claros en las graderías. Nadie se inmutó, el propio candidato trató de persuadirles en vano, asegurando que ni la bronquitis le había impedido asistir, mostrando a los asistentes que se quedaron su te con miel.

Las frases comenzaron a sonar más fuertes y rápidas por parte de Ávila, concluyendo su discurso a las 12:20 p.m., la actividad de inmediato finalizó. Es más luego de la última palabra el estadio comenzó a vaciarse.

Dijimos que las diferencias con la actividad del 11 de noviembre del FMLN, son abismales, sólo para un ejemplo recordemos que en esa oportunidad las graderías del estadio quedaron llenas desde las 11:30 a.m., cuando la actividad central estaba programada para las 5 de la tarde, es decir la militancia, seguidores e invitados especiales, esperaron pacientemente la llegada del candidato opositor.


Está demás preguntar cuál de las dos actividades fue más espontánea. Aunque ha quedado demostrado una cosa, y como dijo un diputado esta semana los partidos mayoritarios han movilizado grandes grupos de personas. Pero seguimos igual que en otras elecciones, la utilización de ciudadanos por parte de los políticos para satisfacer sus intensiones, sin imporles el pensamiento o las ideas de quienes constitucionalmente tienen el derecho a elegir a sus gobernantes.

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